El día perfecto

Hay un e-mail ya clásico (buenísimo por cierto) que detalla el día perfecto para ella y para él. Todos los que me conocen saben, y es cierto que mi efusividad y mis emociones son algo ‘limitadas’ aunque más que limitadas yo diría que las llevo por dentro.
Por tanto explicar como me sentiría en mi día perfecto no sería muy muy diferente de otro día más normal. Pero sí que puedo asegurar que mi día perfecto no distaría mucho de uno. De ayer.

Empezamos el día encerrados como anchoas (sí aunque parezca mentira es mi día perfecto) en una furgoneta que nos llevó al muelle de Phuket donde no teníamos claro si teníamos billete para ko phi-phi, ¿nos habrían estafado en la agencia…? (un poco de emoción para el día perfecto no está mal no¿?)

Todo resultó de perlas, y hacia las 9 ya navegábamos hacia el paraíso. El trayecto de una hora y media, bajo un sol radiante, nos dejó unas vistas de maravillosos islotes por el camino, la sensación de libertad que te da el viento en la cara, y podernos reir (sin malicia) de determinados pasajeros (que es que hay determinadas personas por ahí… ¡que vaya tela!) .

Pero el verdadero espectáculo empezó llegando a ko phi-phi. Conforme te acercas a la isla y pasas su barrera de coral, el agua se vuelve cada vez más turquesa. El agua del muelle donde amarramos era ya más cristalina que muchas de las playas en las que estamos acostumbrados a bañarnos.

Después una barca del hotel en el que estamos alojados nos vino a buscar al muelle, y es que en ko phi phi no hay carreteras, sólo senderos y algún caminito semi-asfaltado por el que prácticamente no se puede circular. Coches, hemos visto uno. El transporte se hace casi todo por agua, mediante unas canoas con una hélice que hace de motor. Y en una de estas nos llevaron al vicking nature resort… Impresionante complejo de cabañas de madera, situadas en una colina a 15 metros de una playa de arena blanca y agua azul turquesa. Nuestra cabaña, tiene una cama grande con mosquitera (a lo Mogambo) el baño está separado por una puerta de bambú, la ducha está entrando por la terraza (claro, también tenemos una terraza con una hamaca con vistas a la playa) pues eso que la ducha tambien es de bambú. Vamos, el mismísimo paraíso…

Una vez instalados nos dimos el primer baño de rigor en el agua azul turquesa que además resulta que está a una temperatura… que ni te planteas entrar o no, básicamente entras, junto con barcas que le dan un aire más romántico al asunto, cientos de cangrejos y peces, y olas, tantas como gente a nuestro alrededor, cero patatero.

Después comimos en el mismo hotel y nos dimos un paseo con un par de paradas para bañarnos en la playa hasta el pueblo de la isla, que eso sí es tipo Lloret, o sea que lo mejor es evitarlo. Y después ascendimos hasta el mirador de la isla (perdiéndonos) pero llegando perfecto para ver la puesta de sol desde el punto más alto de ko phi-phi. Después bajamos y fuimos a la otra parte de la isla (cruzando por el istmo son 5 minutos) y contemplamos las últimas luces del día cenando en una zona llena de locales ‘modernillos’ estilo de lo que era Ibiza antes de masificarse, con un ambiente muy ‘chill-out’ un lujo para los sentidos la verdad, vista, olfato, gusto y oído se juntaron en un momento.
Una vez cenados, de vuelta cruzamos por ‘Lloret’ donde el ambiente había crecido, repito, lo mejor es evitarlo al máximo… Nos tomamos algo en el hotel, ducha y a la mosquitera, digo a la cama.
Y ya está que no es poco. Ese sería mi día perfecto. ¿Cuál sería el vuestro?
Pd. Escribo esto después de haber abierto la puerta de la cabaña, directo a la playa y tumbado todavía mojado en la hamaca… o sea que podría ser que cambiara el día perfecto de ayer… a hoy (de momento hemos evitado la furgoneta).